Luego, de más de un año sin público en los
estadios, el fútbol colombiano comenzó a permitir el ingreso gradual de hinchas
en un número no superior a los 10 mil. Y, lo que todo parecía una gran noticia
y que llenaría de alegría a clubes y seguidores, se ha convertido en una total
decepción.
Las viejas mañas, de la nueva generación mal
denominados, barra brava, hizo su aparición. Agresiones físicas, con tal
violencia con su único objetivo de acabar con la vida del otro, los cánticos groseros e incitando a la violencia y, obviamente, el consumo de drogas
prohibidas.
El más optimista de los hinchas de la vieja
escuela esperaba poder asistir al estadio con su familia, todos con la camisa
de su equipo, gritar o cantar los goles sin que eso fuera motivo de insulto o
de casi quedar marcado para morir. Y, es que los hinchas jóvenes de hoy,
encuentran en su equipo “del alma”, la forma más sencilla para canalizar sus
fracasos personales y sociales, revelan a través de expresar esa agresividad
hacia el rival o sus símbolos, el hecho de no tener un trabajo que los haga
feliz, de no poder realizar el sueño de estudiar o simplemente, porque en casa
nadie les presta atención.
Lamentablemente, el culpable de esta
desbordada forma de seguidor y la cual, la @dimayor, nunca tendrá la intención
de frenar, comenzó con la internet que permitió ver a las barras de la
Argentina, por tanto, las nuestras son una fea copia.
¿Hará falta un desastre peor que ver golpizas
entre aficionados con camisas de equipos similar a lo ocurrido en Heysel 1985,
que motivó la exclusión de Inglaterra de toda competición internacional hasta
que acabara con los hooligans; para que en Colombia se pueda volver al estadio
tranquilo y solo pensar en ver y disfrutar del deporte del fútbol, sin estar
temiendo por tu vida y por la de tus acompañantes? Espero que no, sería como
crónica de una muerte anunciada.
0 Comentarios