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EL ELECTROCARDIOGRAMA DE LA RUTA DEL COYOTE


Por Anayibe Paipilla (Anni)

Llega enero. Los corredores de montaña oprimen el botón de inscripción con el impulso que su corazón les da. Luego, pagan sin analizar el bolsillo. Su corazón en este paso no interfiere, suele ponerse algo sensible. Posteriormente, comienza el entrenamiento mental y físico para afrontar lo que se viene. Cada carrera amerita un alistamiento diferente. El equipo de la Ruta del Coyote, también entra en estado de alistamiento.

La ruta del Coyote, una carrera que, dentro de las primeras del año, es la más esperada. Con ella, los Trail runners se realizan un electrocardiograma, para continuar con el resto de competencias durante el año que inicia. Un examen con todas las sensaciones, donde se pone al tope el corazón, se explota la mente y es que quien diga que la mente se pone en blanco en la montaña, no ha subido a correr la ruta del Coyote.


Tus pensamientos afloran, se revuelven cual marea, pero se aquietan por momentos cuando tus ojos se endulzan con los paisajes, una flor que te recuerda a una persona o momento especial, o los colores verdes de la vegetación que te inyectan de su clorofila, para cederte parte de su energía. También, cuando tus oídos se alertan con los sonidos de la naturaleza y cuando escuchas las voces de los logísticos gritándote: “Tú puedes”, “vas bien”, “te falta poco”. Sonidos que al final del recorrido hacen que estés navegando sobre nubes no cargadas de tormenta, sino de ilusiones que te hacen sentir más que un vencedor.

Lo que los corredores desconocen es que, esas palabras de aliento, la sonrisa con la que te reciben en cada punto donde encuentran a un logístico, no son ensayadas. Esas cosas salen del corazón. Se marca ruta de noche, en la madrugada, a pleno sol, se duermen pocas horas cuando se alista la carrera, pero eso no es sacrificio, es pasión, lealtad y cariño, porque detrás de la carrera no hay solo un equipo de personas, hay una familia que está firme con papá y mamá Coyote, que llevan su sangre de Coyotes y que en conjunto con todos los corredores agradecemos a la montaña, porque nos permitió desnudarla con nuestras huellas, guardando en ella nuestros secretos y temores.

 

Ella, también sintió las pisadas de los Coyoticos en el 2023, han nacido para vencer sus miedos y vivir la más hermosa experiencia de atravesarla. Una herencia sin duda, inolvidable. Y qué decir de la emoción que siente un logístico, porque su familia de sangre decidió vivir y compartir la pasión que habita en el corazón de un Coyote por la ruta. Un Coyote tiene una familia muy grande, la de sangre y la de la montaña.

 

El dolor, por una caída o una doblada de tobillo, más el agotamiento que puedan sentir en la ruta, no es impedimento para seguir en ella, es una lucha entre el “Tú siempre puedes” contra todo pensamiento negativo. En la montaña siempre gana tu fuerza mental. En la montaña eres un niño jugando a ser grande… y lo logras, pero sin dejar de disfrutar como niño.

 

Hay Coyotes que se pierden la fotografía del equipo de logística, la emblemática para despedir la carrera, porque ellos, aún se encuentran en las montañas acompañando a la meta a los últimos corredores que, lo inesperado los retrasó o el corte llegó para ellos, piden sumar kilómetros de vida. “Las escobitas” como son llamados, aceptan, porque entienden lo importante que es no parar de manera abrupta, un corazón que vibra con las montañas.

 


Al traspasar la meta de “La ruta del Coyote” se obtiene no solo una medalla, sino también el electrocardiograma certificando, de que estás vivo y ningún obstáculo te queda grande.



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